Las Armas Y Las Letras. Literatura Y Guerra Civil (1936-1939)(c.1) by Andres Trapiello

Las Armas Y Las Letras. Literatura Y Guerra Civil (1936-1939)(c.1) by Andres Trapiello

autor:Andres Trapiello
La lengua: es
Format: mobi, epub
Tags: literature
publicado: 2010-11-26T23:00:00+00:00


Que las olas me traigan y las olas me lleven

y que jamás me obliguen el camino a elegir.

(...)

Que la vida se tome la pena de matarme,

ya que yo no me tomo la pena de vivir.

En los años veinte, Manuel y Antonio empezaron a escribir juntos esas obras de teatro, que conocieron cierto éxito, pero quedarían relegadas paulatinamente, como en parte su poesía, por García Lorca y sus compañeros de generación, aunque fue uno de éstos, Manuel Altolaguirre, quien convenció a Manuel Machado para que volviera a publicar versos, resurrección que Machado tituló Phoenix.

Vino luego el drama de la guerra. Es una vieja historia. Manuel Machado y su mujer se desplazaron a Burgos para festejar, como cada año, el santo de su cuñada Carmen, monja en un convento de la ciudad castellana.

La vuelta la tenían prevista, al parecer, para el día 17, pero un retraso accidental de Manuel, que se demoró más de lo corriente en su toilette, hizo que perdieran el tren.

Como les ocurrió a muchos que habían conocido las asonadas del XIX, en un primer momento Manuel creyó que se encontraba ante una nueva carlistada y así lo declaró a una entrevistadora francesa, sin ahorrarse tampoco alardes de escepticismo. Se imaginaba todavía en el casino, pero ya era cuartel. En la entrevista se le veía el forro liberal. No se lo consintieron. Fue atacado por ello de inmediato y con extrema dureza en el ABC de Sevilla, con lo que ello implicaba. Pronto comprendió el viejo rumboso que los tiempos no estaban para disquisiciones históricas, ni pasos de ingenio. El poeta Miguel d'Ors, el hombre que más sabe del maestro sevillano, ha llevado su quest hasta la cárcel que el viejo poeta sufrió durante unos días en Burgos, a raíz de su entrevista y de la denuncia sevillana. La prisión, con todo y con eso, no duró mucho, y en todo caso le sirvió para comprender que había llegado el momento de las adhesiones. Después de este episodio, Machado consiguió que el nuevo Estado reconociese su condición de funcionario en el viejo, y como funcionario trabajó en Burgos hasta el final de la guerra.

Para algunos empezaba la parte más triste de la historia de Manuel Machado. ¿Por qué razón este poeta, que había sido y era una persona de talante liberal, amante de las libertades y hombre de letras, prestaba su voz a unos militares, que negaban casi todo aquello por lo que él había luchado? Ésta es una de las preguntas más idiotas que podemos hacernos, si quien la hace tiene, en el momento de hacerla, una sola respuesta. No hay una respuesta. Hay muchas, verdaderas casi todas.

Desde luego el miedo es una de ellas, quizá el emulsivo de todo lo que vendría después. Si hay algo que merezca el respeto humano, eso es el miedo, en ciertas circunstancias el único señor al que es dado obedecer. Recordemos, con el respeto debido, a Jorge Guillén haciendo el saludo fascista en Sevilla (por no hacerlo en Pamplona, como delataron unas fotografías tomadas al final de un acto académico, lo llevarían detenido unos días).



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